Aire, sol, especias y tiempo: uno de los métodos de conserva más antiguos del mundo.
Frutas, vegetales, carnes, pescados y hongos. El ser humano lleva deshidratándolos casi desde siempre como método para conservarlos más tiempo, o para reducir su volumen y llevarlos consigo de manera más sencilla. Cuando los viajes a pie o a caballo eran largos, los alimentos deshidratados a veces eran la única opción posible para alimentarse, si no había lugares para descansar en el camino. La ventaja de estos alimentos es que conservan todos sus nutrientes y beneficios, con un plus de vida útil que nos permite disfrutar de ellos en cualquier momento del año. ¿Queréis saber un poco más sobre esta técnica milenaria? Os contamos.
Deshidratar un alimento es, básicamente, eliminar el agua que tiene en su interior. Sin agua, las bacterias que podrían echarlo a perder no pueden sobrevivir, y por eso es una técnica que lleva usándose tanto tiempo. Lo único que se necesita es aire y una temperatura de mínimo 29º. Un ejemplo claro en España es el jamón ibérico. En este caso, además de secarlo al aire se le añade sal para cambiar su sabor y conservarlo mejor, pero no a todos los alimentos se les añaden especias antes de su secado. Podría venirnos a la cabeza la cecina, pero en este caso es un alimento ahumado y en salazón.
Además de los derivados de la carne, en las zonas de costa siempre ha sido muy típica la deshidratación del pescado. Una de las ventajas del secado es que se reduce el peso y el tamaño de los alimentos, a la vez que se conservan todos sus beneficios. Pero el sabor puede cambiar en el proceso. En el caso de la mayoría de los pescados, se conservan bastante bien sus sabores, pero se pierde su textura, que ya no es suave sino algo más compacta.
El bacalao o el salmón son algunos de los pescados que se han secado desde siempre, aunque no son los únicos. En países como Noruega y en algunos de África como Ghana son delicias de la gastronomía nacional y base de recetas imprescindibles. En Corea o Japón también son muy importantes los pescados secos como base para caldos. Como también lo son las algas para estos dos países y también para Irlanda, Noruega, Chile o Canadá. La manera más fácil de conservas las algas es deshidratarlas para poder transportarlas, aunque para consumirlas es necesario rehidratarlas después.
Las hojas de té provienen de una planta llamada Camelia sinensis. Se cultivan sobre todo en algunos países de Asia, en Australia y en Argentina, debido al clima y las necesidades de agua de la planta. Las hojas de té se deben deshidratar nada más recolectarlas para evitar su proceso de oxidación. Aunque muchas veces llamamos té a casi cualquier infusión, solamente son tés las bebidas que llevan hojas de Camelia sinensis. Las demás, son infusiones o tisanas. En cualquier caso, todas las hiebas, especias y frutas que están presentes en tés, tisanas e infusiones deben pasar por un proceso de secado para poder disfrutarse después.
Las frutas deshidratadas, por ejemplo, pueden dejarse al sol con una gasa colgando de una cuerda o en una rejilla sin añadirles especias o azúcar. Basta con protegerlas de los insectos y dejarlas secar con el calor y el aire. Manzana, ciruela, piña, mango, pasas, ciruelas, albaricoques… Todas las frutas pueden pasar por este proceso y siguen manteniendo intactos sus nutrientes, incluso a veces multiplicándolos. Aunque perdamos el agua que contenían antes, el resto de sus beneficios se conservan, incluido su delicioso sabor. Los productos deshidratados son un buen recurso para tener alimentos de todo tipo en cualquier época del año.