Más de 170 años de sabiduría ancestral y gusto por lo exquisito
En otros posts os hemos hablado de los famosos salatori del norte de nuestro país: esos aventureros italianos, en su mayoría provenientes de Sicilia, expertos en salar las anchoas. Esos que vinieron primero como temporeros, pero luego se quedaron y comenzaron la andadura de algunas de nuestras conserveras más famosas y antiguas del norte de España. Hoy os traemos un oficio muy pintoresco, pero igual de importante que el de los salatori, los cavatori, expertos en cavar la tierra para encontrar deliciosos tesoros: las trufas. Os contamos la historia de los Urbani, una familia apasionada por ese oro blanco de la tierra y su disfrute.
Imaginad a un señor italiano que en el año 1852 decide exportar el mayor tesoro de su tierra fuera de sus fronteras: hasta Francia. E imaginad que su historia se convierte en algo tan importante, que hasta llega a tener un museo exclusivamente dedicado a este oro culinario que son las trufas y que tanto nos gustan. Esta historia comienza con el primero de los Urbani, Costantino, que fue el primero en atreverse a mirar hacia fuera para llevar allí sus delicias.
Después de Francia, pondrían sus miras en Alemania y en Suiza. Curiosamente, es después de labrarse el éxito en esos países cuando los Urbani empiezan expandirse y a tener también éxito en Italia. Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero, desde luego, los Urbani derribaron este mito. Después de Costantino vendría su hijo Carlo que, con la inestimable ayuda de su mujer Olga, se convirtió en pionero de la truficultura en Italia, alrededor de esa figura mítica de la que os hemos hablado: los cavatori.
El arte de conocer la tierra y todas sus maravillas y, además, saber cavarla para encontrar y no dañar sus tesoros es toda una maestría. Carlo y Olga senior fueron los impulsores de Urbani Tartufi como empresa y su profesionalización. Y después de ellos llegaría una parte muy importante del éxito de este proyecto familiar: la mecanización de la industria con las mejores técnicas, de la mano de Paolo y de Bruno Urbani.
El primero, Paolo, después de toda una vida dedicada a las trufas y todo el universo a su alrededor, fue nombrado Cavaliere del Lavoro. Se le concedió esta distinción por haber creado una realidad económica en torno a uno de los mayores símbolos de la gastronomía italiana: la trufa. Su defensa, difusión y trabajo de la trufa también hicieron que se creasen becas, cursos y grados con su nombre, por su tremendo impacto en este sector.
El último eslabón de esta prolífica familia lo forman Olga, Carlo y Gianmarco, que en 2012 promovieron una de las inquietudes de su madre: el Museo del Tartufo Urbani, un museo enteramente dedicado a esta delicia y a su familia. Las riquísimas salsas que alaban la gastronomía italiana, los diferentes productos de la trufa, los condimentos y la pasta de sus diferentes gamas son un homenaje culinario a los platos más sabrosos de su país natal. El futuro de la familia ya se deja ver, con otra nueva generación ya nacida dentro de un mundo lleno de sabores, texturas y matices ancestrales. ¿Qué tipo de trufa es vuestra favorita?