Tomar lo mejor de los mares de norteamérica y conservarlo con mucho cariño para que se pueda disfrutar en cualquier sitio. Eso es Scout Canning.
El amor por la buena cocina canadiense y por sus tesoros del mar es lo que hizo que varios amigos amantes del buen comer se unieran para dar forma a Scout Canning. La idea de poder disfrutar de recetas deliciosas basadas en pescado o marisco en cualquier lugar también fue una de las razones de crear una pequeña conservera en una isla de Canadá. Nacieron antes de que empezase la pandemia y no hacen más que crecer, pero siempre manteniendo la responsabilidad tanto en los métodos de producción como en los criterios de pesca y selección de los ejemplares que después conservan y envasan con tanto cariño. Os contamos un poco más sobre Scout Canning.
Prince Edward Island es una isla al noreste de Canadá, muy cerca de Nueva Escocia, que es conocida por varias razones. Una de ellas, por ser el hogar de la famosa Ana de las Tejas Verdes, la protagonista del libro homónimo de Lucy Maud Montgomery. Otra de las razones es su larga tradición pesquera y su deliciosa langosta. Y ahora también está cobrando fama porque es donde se encuentra la base de operaciones de la conservera Scout Canning.
La historia de este pequeño negocio que no hace más que expandirse empieza con Charlotte Langley. Trabajó durante quince años en los restaurantes especializados en pescado más creativos de Canadá mientras veía cómo cada día los pescadores de Prince Edward Island traían a la lonja lo mejor del mar. Un día estaba en casa de un amigo y al subir a su ático encontró una antigua máquina envasadora de conservas de más de 100 años que le hizo pensar un giro en su carrera.
Se preguntó cómo podía llevar recetas sencillas, deliciosas y responsables con el medio ambiente hasta las casas de mucha gente. Se alió con varios amigos y proyectó el negocio de sus sueños. Sus objetivos eran ambiciosos. Además de conservar productos que todo el mundo pudiese disfrutar también querían reducir al máximo los desperdicios y solo enlatar productos del mar sostenibles, de especies salvajes y que no estuviesen en peligro de extinción. Todo un reto. En definitiva, querían convertirse en la marca más confiable de conservas del norte de América.
Sus primeras referencias fueron el atún blanco con eneldo, la langosta y los mejillones en salsa de tomate. Empezaron a confiar en pequeños pescadores locales y enlatar cada receta con productos de temporada. Más tarde vendrían el salmón salvaje y los mismos productos del principio, pero con salsas caseras deliciosas. El sueño de Charlotte Langley empezó a hacerse realidad al ver las latas de Scout Canning en las baldas de pequelas boutiques y tiendas gourmet.
La combinación de la larguísima tradición pesquera del norte de América con la visión, experiencia y creatividad de la Chef Charlotte dan como resultado una marca que apuesta por lo sencillo sin perder de vista el mar, que les da lo que necesitan para enlatar sus delicias. Scout Canning quiere que nos llevemos sus latas al mar, a la montaña o a un picnic con la familia y que lo disfrutemos de la manera más sencilla y en la mejor compañía.